martes, 24 de julio de 2012

Alto Bío-Bío: el robo del alma


Alto Bío-Bío: el robo del alma

Por Juan Pablo Orrego
en categoría: Medio ambiente
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Con una campaña ciudadana sin precedentes hasta entonces, un colectivo de personas y organizaciones luchamos durante 12 años para detener la construcción del mega-proyecto hidroeléctrico de Endesa en el Alto Biobío. Era la primera vez que se cuestionaba en Chile el interesado paradigma de la bondad absoluta de las grandes centrales hidroeléctricas.
Sin embargo, en los albores de la década de los ’90, y a pesar de esta falta de precedentes y antecedentes sobre el tema a nivel nacional, tuvimos la certeza que la ‘serie hidráulica’ proyectada por los ingenieros de Endesa era un proyecto tan descabellado y destructivo como lo es hoy, HidroAysén.
Endesa proyectaba represar los 180 kilómetros del Alto Bío-Bío con 6 centrales de embalse.¡Olímpico! Sin considerar absolutamente ningún costo, o ‘externalidad’, total estas las pagan ‘los otros’. El río Bío-Bío tiene un recorrido total de 380 kilómetros desde su nacimiento en las lagunas de Icalma y Galletué en la 9ª Región, desembocando finalmente en el Golfo de Arauco en la 8a.
Gracias a la campaña en contra, Endesa solo pudo construir las dos primeras centrales de la serie proyectada –Pangue y Ralco-, inundando 4.000 hectáreas de la cuenca, y literalmente destruyendo 70 kilómetros del valle entre los dos embalses y el tramo de río totalmente alterado entre el muro de Ralco, aguas arriba, y la cola del embalse de Pangue.
Es importante recordar que la campaña ciudadana enfrentó desde 1990 a 1997 a Endesa-Chile, ya privatizada (robada en 1989, último año de la dictadura), y desde 1997 en adelante a Endesa-España, después que esta adquiriera el consorcio Enersis, que incluía a Endesa, Chilectra y Transelec.
Tanto la así llamada ‘privatización’ del sector eléctrico chileno, como su transnacionalización, incluyeron en ambos casos, como ‘bono’ extra, el traspaso gratuito de la mayor parte de los derechos de agua no-consuntivos (para desarrollo hidroeléctrico) del país.
Muy concretamente, este tortuoso proceso significó la captura corporativa de una parte clave del sector agua, y de la totalidad del sector energía de Chile, algo que, sorprendentemente no hemos podido revertir hasta hoy.
Así, Endesa, hoy controlada por la trasnacional italiana Enel, concentra el 80% de los derechos de agua no-consuntivos del país, y el 86% de los de la región de Aysén. En la práctica ni Chile ni los chilenos ni las chilenas tenemos el dominio de las aguas que fluyen por ‘nuestros’ ríos australes, sino el Estado italiano. ¿Ciencia ficción? No. Política, finanzas y corrupción, por un lado, e ignorancia, desidia y complicidad por el otro.
La Región del Bío-Bío fue otrora la más rica en recursos naturales del país, por su condición de ecotono, o zona de confluencia de diversos ecosistemas, con el valle del Bío-Bío actuando como un corredor ecológico entre ecosistemas de tipo pampeano patagónico y las costas del Océano Pacífico. Por esto, aquí se daban las más altas tasas de biodiversidad y endemismo de nuestro país.
Por lo mismo, en las alturas de su cuenca encontraron refugio indígenas Pehuenche, arraigándose al lugar literalmente junto con la Araucaria/Pehuén, enriqueciendo la cuenca con su presencia.
Hoy, la vapuleada región ostenta uno de los peores índices de salud ambiental de nuestro territorio, invadida por más de la mitad de las plantaciones de pinos y eucaliptos de Chile –brutal ecocidio- erosionada al extremo, marcada por complejos hidroeléctricos e industriales (petroquímicos, siderurgia, etc.), con altísimos niveles de contaminación.
No debiera sorprender entonces que desde hace décadas la situación social regional se haya degradado en paralelo, con elevados índices de pobreza y desempleo, que han llegado a triplicar las medias nacionales; situación que el reciente terremoto solo agudizó.
El Bío-Bío no es únicamente la principal fuente de agua para las actividades industriales de la región, sino que además -ya a mediados de los ’90- sobre un millón de personas dependían del río para riego y agua potable.
¿Qué hace un país sabio con una cuenca, un río y una región con estas características?Cuidarlo todo como un tesoro de vida, de cultura, de futuro, de agua, de biodiversidad y belleza… como una fuente de servicios ambientales y funciones ecológicas, de abundancia para muchas generaciones de seres de muchos tipos, incluidos los humanos.
¿Qué hace en cambio un país muy poco sabio con este legado? Todo lo anteriormente descrito.
Desde Santiago, catapultaron sobre la región el ‘desarrollo’ a la pinta de los capitalinos capitalistas. La paradoja cruel en la Región del Bío-Bío es que su extraordinaria riqueza en naturaleza, quizás la mayor del país, provocó esta fiebre del ‘oro verde y azul’.
El toque de Midas, que transformó gran parte de este capital natural y cultural renovable, generoso y colectivo, en capital financiero privado, literalmente abovedado. Hasta la energía cinética del torrente tenía que ser convertida.
A mediados de los ’90, el entonces diputado PPD, Octavio Jara, informó en el Parlamento que Endesa, desde su complejo hidroeléctrico del Laja, vendía USD 83 millones anuales en electricidad, mientras pagaba una irrisoria patente de USD 3 mil a la municipalidad de Antuco, y que la comuna, desde la instalación de las centrales, además de despoblarse, se había convertido en una de las más pobres de Chile.
Hace unas semanas visitamos el Alto Bío-Bío con estudiantes norteamericanos que investigan los impactos del ‘desarrollo’ en comunidades tradicionales.
De noche, a medio camino, nos encontramos con un dantesco espectáculo, iluminado como un estadio: las obras de Colbún para la central Angostura, aguas abajo de la central Pangue, que operará con derechos de agua aparentemente cedidos por Endesa a Colbún, como retribución a esta última por aceptar ser su socia en el nefasto proyecto HidroAysén.
Angostura inundará un antiguo centro ceremonial Pehuenche certificado por el reconocido arqueólogo Tom Dillehay, y obligará forzosamente a re-relocalizar a Pehuenches ya relocalizados a causa de la construcción de la central Pangue.
¿Cómo es que las leyes chilenas, y las convenciones de derechos humanos e indígenas internacionales, permiten una truculencia semejante?
El poder corporativo en Chile simplemente no tiene límites. Todo lo que vimos y escuchamos da furia, indignación e impotencia. Ver el Alto Bío-Bío, hoy quizás las comunas más pobres del país, que fuera uno de los lugares más bellos del planeta… literalmente asesinado, lúgubre, tétrico. Como que le hubieran robado el alma a todo el lugar.
Las promesas a los Pehuenche total o parcialmente incumplidas. Alcoholismo, depresión, suicidios. Anomia cultural: pérdida de sentido de vida, de presente y futuro.
Visitamos el Huachi (trampa para conejos), uno de los predios donde Endesa relocalizó a más de 40 familias, sin bosque y sin río y que la empresa compró porque no valía nada, porque ya lo atravesaba en diagonal la línea de trasmisión de la central Pangue.
¡Chiste cruel! Ahora lo atraviesa, además, en paralelo, la línea de la central Ralco, para la cual evidentemente, Endesa reservó la franja de servidumbre mientras relocalizaba a las incautas familias. Las enormes líneas pasan prácticamente por encima de varias de las casas y aquí se pagan las tarifas eléctricas más altas de Chile,tanto así que muchas familias pehuenche no se pueden “dar el lujo” y viven sin electricidad.  ¿No será mucho?
Conversamos con dirigentes en el Huachi. Pura desolación. Reina el alcoholismo. Se esfuman el mapudungun y la cultura. Se acabaron los guillatunes. La absurda ‘cancha’ ceremonial instalada caprichosamente por la empresa en un lugar cualquiera yace silenciosa, abandonada, inutilizada.
Un joven cuenta ante las cámaras que su padre y su madre murieron literalmente de depresión, arrepentidos de haber aceptado las ofertas de Endesa. Humillados.
¿Qué nos pasa? ¿Qué hemos hecho? ¿Qué estamos haciendo? En un momento, la ñaña Berta, tan triste como iracunda, pequeña pero poderosa, impertérrita bajo una inclemente lluvia gris, nos señalaba con su mano hacia las profundidades del embalse donde habían estado sus casas y campos.
Hileras de árboles muertos, negros, en proceso de putrefacción, marcan la cambiante franja de fluctuación del reservorio; lóbregos y mudos testigos de la tragedia ecosocial en curso en este rincón de Chile.
Y no es para nada la única. ¿Qué vamos a hacer? ¿Es que vamos a aprender alguna vez?